Actualmente es muy común que en las familias haya al menos un miembro que vive lejos de casa y regresa por Navidad. Y es que, en ocasiones, no hace falta estar a mucho más de 100 kilómetros para sentir nostalgia del hogar, de la familia y de las amistades.
En los próximos días, los aeropuertos, las carreteras y las estaciones de tren y autobús se convertirán en puntos de encuentro de miles de familias que están deseando encontrarse de nuevo para poder disfrutar de las fiestas navideñas. Padres, madres, hijos, abuelos y nietos, tíos, primos, sobrinos y parejas de recién casados que celebran juntos su primera Navidad. Es, sin duda, la excusa perfecta para reunirse alrededor de la mesa, para decirse lo mucho que se quieren y disfrutar de los mejores platos de cada casa.
Mariscos, pescados, carnes asadas, polvorones y turrones son los grandes protagonistas de la mesa durante las fiestas navideñas. Sin embargo, hay ocasiones en las que no deseamos tanto, sino que preferimos los platos caseros de toda la vida, aquellos que recuerdan a la más tierna infancia, que tantas veces se añoran cuando se está fuera de casa y que nunca saben igual cuando se preparan en otro lugar.
Hablamos, precisamente, de las croquetas, con ese envoltorio crujiente de pan rallado que protege una bechamel llena de trocitos de jamón serrano, pollo, huevo, gambas, merluza o de los riquísimos restos del cocido; de la tortilla de patatas y la eterna lucha del bando de los “con cebolla” contra el de los “sin cebolla”; del cocido, una receta completamente diferente en cada casa; de la ensaladilla rusa, uno de los platos más solicitados; de los míticos macarrones con tomate y chorizo, gratinados con queso y pan rallado; de las lentejas y los potajes, tan necesarios con el frío típico de esta época…
La lista es interminable y cada uno tiene su favorito, que jamás tendrá su igual en ningún restaurante ni aun tratándose de uno con estrella Michelín y, a veces, solo a veces, se tiene la suerte de que este comparta protagonismo con los reyes de las fiestas. No dejemos que los platos de toda la vida, por muy comunes y básicos que sean, pierdan su importancia en las fechas especiales, porque son, precisamente estos, los que se quedan en nuestros recuerdos, los que nos permiten rememorar las vivencias de la infancia y los que más nos unen y reconfortan. ¡Felices fiestas y feliz vuelta a los platos de toda la vida!
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